lunes, 5 de julio de 2010

Nadie como Chaplin. Ni él...

En algún momento de la vida, Charles Chaplin, la persona más famosa del planeta tierra (tal vez, su única competencia era el gran némesis del universo, Adolf Hitler), que gozaba de la simpatía y la admiración de todos, decidió probar fortuna con un experimento a todas luces divertido: participar en un concurso de imitadores de Chaplin.

Sería el ocio del genio inglés lo que lo llevó a probar fortuna en una carpa, con un sin fín de pobres diablos que perfeccionaron el arte y las idiosincracias del personaje Charlot: Bigotito, bastón y un gracioso caminar, claro.

Claro, además el sombrero, el traje y una mirada coquetona.

Claro, ser un excelente mimo, juguetón, con chispa y garbo.

Claro, presencia.

Lo que no fue claro nunca es que no se supo cómo Chaplin perdió el concurso.

O al menos, eso es lo que cuenta la leyenda urbana.

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